Nadie es ni tan malo ni tan bueno, todos tenemos un poco de todo.
Vivimos repitiéndonos que somos buenas personas y que hacemos lo mejor que podemos. Que si las cosas no funcionan, es porque los demás no nos valoran, nos fallan o no saben lo que valemos. Es más fácil creernos víctimas que mirar hacia adentro.
Pero hay algo que no queremos ver: todos tenemos un lado oscuro. No es una metáfora, es una realidad psíquica. Y no se trata de controlarlo, dominarlo o transformarlo en luz —eso es enunciado de las redes. Lo que necesitamos es dejar de negarlo.
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Es esa parte tuya que miente, que juzga, que envidia, que manipula o que guarda rencor. No porque seas malo, sino porque eres humano.
Tu lado oscuro se forma con lo que no pudiste aceptar de ti mismo:
Tus heridas no sanadas
Tus deseos prohibidos
Tu rabia acumulada
Tu miedo a no ser suficiente
Tu necesidad de controlar lo que no entiendes
Todo eso que la sociedad, la familia o tú mismo juzgaste como inaceptable, no desaparece. Se reprime. Se esconde. Pero no se va. Y cuando menos lo esperas, actúa por ti: en una reacción desmedida, en una relación tóxica, en un juicio cruel o en una indiferencia cobarde.
Quien se cree solo bueno, termina proyectando toda su oscuridad en los demás. Y entonces aparece la narrativa infantil:
“Yo solo quise ayudar, pero me usaron.”
“Yo doy todo, pero nadie me valora.”
“Yo soy honesto, los demás son hipócritas.”
Ese discurso no te hace bueno: ¡Te hace ciego!
Deja de justificar lo injustificable.
Si actuaste mal, si mentiste, si dañaste… admítelo.
El perdón comienza con verdad, no con excusas.
Obsérvate en tus vínculos.
Lo que más críticas en otros suele ser tu propia sombra hablando. La rabia no miente: revela lo que no quieres aceptar.
Siente antes de reaccionar.
La emoción no es el problema. Lo que daña es actuar sin entender qué la generó.
Busca espacios donde puedas pensar y no defenderte.
No necesitas más elogios ni más gente que te diga que todo está bien. Necesitas verdad, aunque duela.
Y si te duele… estás despertando.
Porque dejar de negar tu lado oscuro no te convierte en una mala persona.Te convierte en alguien valiente. Alguien que está dispuesto a dejar de vivir en fantasías para empezar a vivir con integridad.
La honestidad cruda no es decir “las cosas como son” para herir o desahogarte. Es tener el valor de mirar tu interior sin adornos, sin máscaras, sin excusas. Es la base para dejar de vivir engañado por una imagen idealizada de ti mismo.
Enfrenta tus reacciones sin justificarlas.
Reconoce tus intenciones, incluso las incómodas.
Permite que alguien que te confronte con cariño, lo haga.
Atrévete a ver la parte de ti que no muestras en redes ni en terapia.
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Tengo el valor de aceptar legítimamente mi lado oscuro, mi sombra, porque forma parte de mí. Reconozco que me ha protegido de dolores que no supe cómo manejar. La escucho con compasión y asumo la responsabilidad de trabajar con ella.
Tengo el valor de dejar de culpar a otros y empezar a comprenderme desde el perdón, el amor propio y la esperanza de construir un futuro mejor.
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